Guatemala: Alimentación, agua y vestido, necesidades más urgentes de los damnificados por el volcán de Fuego

Cáritas Guatemala sigue dando respuesta a las necesidades de los damnificados por la erupción del volcán de Fuego del pasado 3 de junio. Las prioridades siguen centradas en el rescate de posibles supervivientes en las áreas siniestradas entre las capas de ceniza expulsadas por el volcán y en la asistencia humanitaria de emergencia a los supervivientes que han sido alojados en los albergues temporales habilitados en la zona.

Puesta a punto de un plan de emergencia

La Iglesia católica de Guatemala ha abierto tres albergues, cuya capacidad de acogida está ya sobrepasada. Sin embargo, la respuesta humanitaria puesta en marcha por Caritas intenta dar respuesta a las necesidades más urgentes de todas personas acogidas, principalmente alimentación, agua, vestido y calzado.

Cáritas Guatemala está preparando, al mismo tiempo, un plan de emergencia que permita responder a la mayor brevedad a las condiciones de los albergues que requieren atención especial, como son apoyo psicosocial, habilitación de áreas de lavandería y de higiene, atención a niños en edad escolar, asistencia sanitaria, nutrición infantil y apoyo a mujeres lactantes y embarazadas.

Daniel Rodríguez de Blas, referente de Cáritas Española para América Central y que reside en Guatemala, está participando junto a los equipos técnicos de Cáritas Guatemala en la evaluación de daños y la puesta a punto de este plan de respuesta rápida.

“De no ser por la solidaridad de todo un país, que se está volcando en el acopio y envío de víveres –explica Daniel desde Escuintla, uno de los centros operativos de la respuesta de Cáritas Guatemala a esta emergencia—, la situación en los albergues sería absolutamente insostenible. Esta solidaridad, que se recibe por camiones en los albergues, convierte los salones parroquiales en comedores y dormitorios que ayudan a sobrellevar las horas después de haberlo perdido todo”.

Por su parte, monseñor Ángel Antonio Recinos Lemus, obispo presidente de Caritas Guatemala, ha hecho un llamamiento a la red internacional de Cáritas a cooperar con las necesidades de esta emergencia, para atender a las familias más vulnerables con apoyo psicosocial, recuperación de sus medios de subsistencia, construcción de viviendas dignas y otras necesidades básicas.

Asimismo, el Papa Francisco ha enviado un mensaje a los obispos guatemaltecos en el que asegura su cercanía con los heridos y con aquellos que “trabajan incansablemente para ayudar a las víctimas”, mientras le pide al Señor que “les otorgue todos los dones de la solidaridad, la serenidad espiritual y la esperanza cristiana”.

Cáritas Española ha habilitado cuentas corrientes para canalizar la solidaridad de los donantes españoles con los damnificados por esta nueva catástrofe natural a la que se enfrenta Guatemala.

Alcance de los daños

La pérdida de vidas humanas confirmada hasta ahora, según detalla Cáritas Guatemala en su último informe de actividad son de al menos 99 muertos, 197 desaparecidos, 58 heridos, 12.277 personas evacuadas y más de 1,7 millones de afectados. Además, hay 3.665 personas acogidas en los 21 centros de acogida temporal que se han habilitado.

Según un informe publicado por el Observatorio de la Tierra de la NASA, el volcán de Fuego expulsó el pasado fin de semana la carga de sulfuro más grande registrada desde que existen registros vía satélite, que lanzó a la atmósfera una mezcla mortal de cenizas, fragmentos de rocas y gases.

Los departamentos de Chimaltenango, Escuintla y Sacatepéquez siguen bajo la declaración de estado de calamidad por las autoridades guatemaltecas, y mantienen la alerta naranja. Las condiciones climáticas y las provocadas por el material volcánico aún candente depositado en las áreas afectadas suponen un grave riesgo para la seguridad de los equipos de rescate, que continuamente se ven obligados a retirarse de las zonas siniestradas y suspender la búsqueda de víctimas.

Relato de una superviviente

En uno de los relatos recogidos por Cáritas en el terreno, Julia, una de las supervivientes de la erupción, explica cómo “estábamos acostumbramos a escuchar pequeñas explosiones bajo tierra y a que, a veces, el cielo se volviera gris, pero pensamos que era normal porque vivíamos cerca del volcán”. “Pero esta vez –añade— era muy diferente, porque en unos pocos segundos el cielo se volvió totalmente oscuro, vimos venir la ceniza y sabíamos por el gran ruido de que algo muy malo estaba sucediendo”.

Su hija, María Cristina, había salido con su esposo y sus de sus hijas para vender piñas ese domingo. Había dejado a sus otras tres hijas con Julia. Cuando apareció la nube de cenizas, Julia les pidió a sus hijos que buscaran a María. Subieron corriendo la montaña en busca de su hermana, pero después de unos minutos regresaron diciendo que un río de lava volcánica, piedras y ceniza estaba llegando a la casa. “Mi hija, mi yerno y mi niña murieron en ese río de lava, y mis nietas perdieron a sus dos padres”, se lamenta Julia.