CARTAS QUE TRASPASAN MUROS

Confinar. El primer significado que aparece cuando buscamos esta palabra tan de moda en estos momentos es el de “Obligar a alguien a permanecer en un lugar o encerrarlo en él”. Hoy por hoy ya todos hemos puesto en práctica esta acción y aunque la tenemos muy interiorizada, seguimos contando los días que nos quedan para liberarnos de esta pena que supone no poder salir de un espacio limitado, de estar encerrados en nuestra propia casa, de salir fuera para poder respirar y vivir sin ataduras. Pero tratemos de ir un poco más allá y de ponernos ahora en la piel de todas aquellas personas que pagan su pena privadas de libertad en un centro penitenciario, y sufren este confinamiento desde esa otra perspectiva. En estos momentos no pueden, como es obvio, ver a sus familias y esta situación hace que se sientan aún más solos al romper esos lazos afectivos que les sostienen, apoyan, acompañan y tanta importancia tienen para seguir adelante. Es complicado imaginar una situación así desde nuestro punto de vista, pero a veces conviene tratar de ponernos en otros zapatos diferentes a los nuestros para así ser conscientes de lo afortunados que somos pese a todo.

La gran crisis del COVID 19 irrumpió también en nuestro voluntariado y nos vimos obligados a suspender el habitual acompañamiento que realizábamos desde el Programa Penitenciario de Cáritas Diocesana acompañando a los reclusos/as durante los permisos autorizados en la casa de acogida. Nos resistíamos a dejar de lado esa especial relación que nos hace ser, en ocasiones, sustitutos de sus propias familias en el camino hacia una nueva libertad para conseguir sus objetivos personales y su reinserción social. Y fue así surgio la idea de seguir este acompañamiento de otra forma: a través de cartas manuscritas como vía de comunicación con cada uno de ellos/as. 

Con cada una de esas cartas compartiríamos reflexiones y vivencias, tratando de infundirles ánimos y cercanía en una hoja de papel, para que nos siguieran sintiendo próximos pese a la distancia. Así que pusimos en marcha esta iniciativa contando con un grupo de 7 voluntarios/as comprometidos a escribir 3 cartas semanales, cuyos destinatarios serían personas que acompañamos desde el Programa. En total -hasta hoy- hemos escrito y enviado 37 cartas llenas de pensamientos, anécdotas, experiencias cotidianas, anhelos, miedos y esperanza de volver cuanto antes a la “normalidad” de nuestras rutinas, esa que nos permitirá vernos pronto.

Ha sido un trabajo en equipo para asignar a cada interno los voluntarios más cercanos por una especial relación de amistad, revisar contenidos de las cartas, garantizar los envíos y hacer el seguimiento a través del personal del Centro Penitenciario. El resultado ha merecido la pena. Conseguir que una vez a la semana esas cartas lleguen a ese “otro lado” para que ellos sientan que les  tenemos muy presentes. También mantener un contacto telefónico con sus familiares para acompañarles y darles tranquilidad. Es complicado condesar en palabras el significado de esta actividad, que permanecerá en nuestra memoria y nuestro corazón cuando todo esto pase. Basta con precisar –como dice el lema de Cáritas- que cada gesto cuenta….y no hay confinamiento ni distancias cuando de verdad quieres acompañar a alguien.