Testimonio de Juan Luis- voluntario orientación laboral de Cáritas Diocesana de León

Me llamo Juan Luis y comencé a trabajar como Voluntario de Cáritas Diocesana de León a finales de enero del 2019, justo después de jubilarme como Profesor de Enseñanza Secundaria.

Tuve la suerte de que desde Cáritas me ofrecieron una tarea que estaba relativamente relacionada con mi trabajo anterior en el Departamento de Orientación Laboral que consistía en enseñar a algunos usuarios a realizar las tareas básicas para moverse por internet, tales como rudimentos de manejo de un ordenador y uso de la informática, poder crear una cuenta de correo electrónico y manejar dicha cuenta, inscribirse en empresas de trabajo Temporal (ETT), búsqueda activa de posibles trabajos, saber cómo realizar un CV, manejo de un procesador de textos, etc. En muchos casos yo mismo les hacía este CV dados sus nulos conocimientos siquiera del uso del teclado de un ordenador.

Durante este tiempo, yo también he aprendido mucho de estas personas, mayoritariamente de origen sudamericano o centroafricano. Para empezar, la existencia de una realidad social conocida muy por encima, pero que me era completamente ajena. He aprendido el enorme agradecimiento de los que no tienen casi nada y he experimentado que, realmente, es mucho más satisfactorio dar que recibir. También, en ocasiones, he tenido la posibilidad de practicar tanto el inglés como el francés, que tenía súper oxidado en algún rincón de mi memoria, pues llevaba mucho tiempo sin practicarlo. Todo esto ha hecho que no dejara de comentar a mi entorno cercano “no sé quién ayuda a quién: ellos a mí o yo a ellos”

Todo esto cambió drásticamente cuando comenzó la pandemia. De entrada, desde el 14 de marzo hasta primeros de julio se suprimió todo el voluntariado presencial debido al confinamiento. Y cuando se reanudó, se me solicitó que re-enfocase mi voluntariado en ayudar a los usuarios en las solicitudes del Ingreso Mínimo Vital. Ha sido un trabajo muy gustoso pues, desde el comienzo, comprendes la importancia de esta tarea. Resulta evidente que, para ellos, la tarea de hacer esa solicitud era una especie de “misión imposible”, de nuevo, por sus casi nulos conocimientos en el manejo de un ordenador, tanto de las personas inmigrantes como las nacionales del IMV y, de nuevo, tuve que seguir aprendiendo. Desconocía todo sobre el funcionamiento de la seguridad social en España, y así, casi al mismo tiempo que ellos, tuve que ponerme al día en este “proceloso” mundillo del SEPE, la solicitud de citas en comisaría, ECYL, etc.

Actualmente cuento con un buen ritmo de trabajo y es muy satisfactorio a nivel personal ver cómo, en algunos casos, se consiguen los objetivos. Por desgracia, en otros no. Poco a poco la Administración va haciendo mejoras, pero siguen siendo –desde mi punto de vista- demasiado lentas y uno se siente un impotente por no poder ayudar más y ser más efectivo, haciendo las cosas mejor y más fáciles para todos.

Aparte de este giro radical en mis labor de voluntariado, he de reconocer que la pandemia tampoco me ha afectado especialmente, aunque noto –eso si-  que todo me lleva más tiempo que antes, con procesos más laboriosos, pero eso –de momento- no es un problema para mí porque afortunadamente dispongo de él. Me sigue llenando mucho el trato con las personas más vulnerables que acuden diariamente a Cáritas y me hace darme cuenta a diario de la gran suerte que es formar parte de esta misión común a favor de los más débiles. Hace unos días, una usuaria volvió con un pequeño recuerdo para mí de su país. Eso tiene un valor único y me hace sentir muy privilegiado al poder vivir esta experiencia compartida.

 

            Juan-Luis González Mateos – Voluntario