Cáritas constata el profundo impacto económico y personal de la Covid-19 en las familias que acompaña
Cáritas Española acaba de sacar a la luz la segunda entrega del análisis realizado por su Equipo de Estudios sobre impacto que está teniendo la crisis social y económica causada por la Covid-19 en las personas acompañadas por Cáritas.
Realizado a partir de datos del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas, este nuevo Informe se publica bajo el título “Un impacto sostenido tras el confinamiento” y aborda, unos meses después, tras el confinamiento de la pasada primavera y con la puesta en marcha de esta nueva forma de vivir y convivir con el virus, la forma en cómo las familias se están readaptando, cuál es su situación y cómo afrontan el futuro.
Impacto en el empleo y exposición al contagio
Según los datos manejados por Cáritas, la llegada del verano supuso un respiro para algunas de las familias más vulnerables y se constata un descenso del desempleo entre los hogares acompañados por Cáritas. Sin embargo, y a pesar de haber más oportunidades para tener un empleo, más de la mitad de las personas siguen en búsqueda de trabajo (55,4%) y más de 1 de cada 10 personas tiene un empleo informal.
Al mismo tiempo, quienes trabajan asumen riesgos de contagio: casi 4 de cada 10 personas asumen bastantes o muchos riesgos debidos a su actividad laboral. Además, en caso de tener que hacer cuarentena por posible contagio o contacto con alguna persona positivo por COVID, más del 70% de personas acompañadas por Cáritas se enfrentaría a graves dificultades en forma de problemas con los empleadores, despido o ausencia de ingresos. Es decir, a la ya clásica precariedad basada en bajos ingresos, temporalidad y parcialidad indeseada se suman ahora, en contexto COVID, una elevada exposición al contagio y la fragilidad ante una eventual cuarentena.
Esta fragilidad por la dificultad de cumplir cuarentenas bajo el riesgo de pérdida de medios de vida, puede conducir a dos estrategias incluso compatibles entre sí: por un lado, a negar la enfermedad, obviando síntomas y asumiendo así riesgos tanto para su salud como para la de los que les rodean; y, por otro lado, a afrontar un riesgo de aislamiento social, ya que al tratar de reducir al máximo la exposición al contagio se están perdiendo espacios de socialización y, con ello, de relaciones sociales.
246.000 personas carecen de ingreso económico alguno
A pesar de los datos de cierta recuperación en el empleo, cerca de 246.000 personas acompañadas por Cáritas viven en hogares que no cuentan con ningún ingreso económico. Esto significa que sigue habiendo más hogares sin ningún ingreso que antes de que estallase la pandemia.
Esto se traduce en que más de la mitad de hogares acompañados por Cáritas están en situación de pobreza severa, es decir, con ingresos inferiores a 370 € al mes para un hogar unipersonal o a 776 € para hogares formados por dos adultos y dos niños. Estas cifras, por elevadas que sean, no deben encubrir la realidad que viven las familias acompañadas por Cáritas, para quienes la pobreza es una realidad extendida y persistente. Los vaivenes en los ingresos de las familias pueden provocar en ocasiones ciertas mejorías o ciertos empeoramientos en otros momentos, pero la realidad constante para la mayoría de las familias son las condiciones de pobreza crónica.
Medidas de protección social insuficientes
Las medidas de protección social no son aún suficientes. Si bien desde Cáritas Española se venía apostando desde hace tiempo por la fórmula de un ingreso mínimo garantizado, se observa en las personas acompañadas que el diseño del Ingreso Mínimo Vital y su desarrollo e implementación tienen a día de hoy importantes deficiencias. Entre estas destaca que prácticamente el 40% de hogares no ha solicitado el Ingreso Mínimo Vital por falta de información; mientras, más del 70% de quienes sí lo han solicitado siguen a la espera de una respuesta.
Este no es el único ejemplo de cómo las medidas de protección social diseñadas para frenar el impacto social de la crisis no siempre están sirviendo a los más vulnerables. Es el caso de las trabajadoras de hogar: sólo un 1% de ellas han cobrado el subsidio para Empleadas Domésticas.
En ambos casos, los porcentajes de familias que están recibiendo estas medidas son mínimos, lo que refleja la urgencia de abordar una reflexión a todos los niveles sobre el alcance de las mismas.
Vivienda y brecha digital
El informe analiza también otros ámbitos que hablan con elocuencia de las precarias condiciones de vida de las familias atendidas por Cáritas. Uno de ellos es la vivienda, que sigue llevándose una gran parte de los ingresos y preocupaciones de las familias, lo que provoca unas estrategias de supervivencia que pasan por reducir costes de manera drástica. Así, 42.000 familias acompañadas por Cáritas ya se han visto obligadas a cambiar de vivienda para disminuir gastos, pero, además, un 44% de los hogares acompañados (unas 650.000 personas) no pueden hacer frente a los gastos de suministros y un 41% al alquiler o hipoteca.
Otro capítulo preocupante es el de la brecha digital. El confinamiento ha acelerado en pocos meses la imparable digitalización de la sociedad y potenciado, con ello, la desigualdad tecnológica, hasta el punto de que la brecha digital se ha convertido en un factor exclusógeno, es decir, es consecuencia y a la vez causa de la exclusión social. Más del 60% de hogares atendidos por Cáritas están situación de cierto apagón tecnológico al no contar con conexión, dispositivos o competencias suficientes para manejarse en internet.
Uno de los ámbitos en los que se identifica claramente la brecha digital como motor de la exclusión es el de la educación: más del 60% de hogares atendidos por Cáritas en los que vive, al menos, un menor que tuvo dificultades para terminar el curso, son hogares en los que se da el apagón tecnológico.
Por tanto, la brecha digital cobra ahora una importancia central al hablar de inclusión social debido a las oportunidades que muchas familias pierden por este motivo: el 33% de los hogares han perdido alguna oportunidad en el ámbito de la formación con motivo de la brecha digital. Se trata de unas cifras similares a la pérdida de oportunidades en el ámbito del empleo (29%) o el acceso a las ayudas de las Administraciones públicas (25%).
Como se constata en el informe, el acceso a internet y a dispositivos tecnológicos se ha convertido en un suministro básico para muchos ámbitos de nuestra vida: trabajo, formación, educación, trámites con las Administraciones o relaciones sociales, y su ausencia en un motor más de la exclusión.
Fracaso escolar
El Equipo de Estudios de Cáritas pone el foco también en los problemas de fracaso escolar provocados por la pandemia.
Las oportunidades educativas han supuesto un incuestionable trampolín para salir de situaciones de pobreza y exclusión para muchas familias durante décadas. El contexto COVID y una acelerada y no planificada digitalización de la educación ha traído consigo que en 2 de cada 10 hogares donde hay menores se viva una historia de fracaso escolar que, muy probablemente, alimentará los porcentajes de pobreza y exclusión en un futuro.
La vuelta al cole se vivió en casi 160.000 hogares acompañados por Cáritas con miedo. Parte del temor y la preocupación derivados del inicio escolar están relacionados con la dificultad para conjugar empleo y cuidados en caso de que alguno de los menores del hogar tenga que hacer cuarentena y quedarse en casa. Esto supondría para aproximadamente 45.000 familias tener que elegir entre dejar solos a sus hijos o renunciar al trabajo.
Salud
Estas preocupaciones impactan, a su vez, sobre la salud psicoemocional: el 36% de los hogares están peor ahora que durante el confinamiento. Esto indica que hay factores que están incidiendo sobre la percepción de salud que no están relacionados con la experiencia concreta del confinamiento y alimenta la idea del aislamiento social, generado muchas veces por el miedo al contagio y con ello a la pérdida del empleo, como un elemento clave.
En cuanto a la salud física, hay un porcentaje considerable de personas atendidas por Cáritas (21%) que perciben que su salud ha empeorado con respecto al mes de abril.
Cuidados y relaciones sociales
En lo referido a los apoyos y redes sociales de las personas acompañadas por Cáritas, se observa un aumento notable del apoyo disponible en el ámbito de los cuidados, que irrumpe de manera positiva en la estructura relacional de las familias más vulnerables. Recobra peso la red para los cuidados y se incrementa en más de 15 puntos el porcentaje de personas que afirman contar con alguien que ocasionalmente pueda cuidarle si está enfermo o ayudarle con el cuidado de personas o niños a su cargo.
Esta dinámica no se traslada, sin embargo, a la capacidad de soporte material (ayuda a buscar empleo, préstamo de dinero, etc.), donde sólo una de cada tres familias cuenta con alguien que pueda ayudarles en este sentido.
En cuanto a la capacidad de las familias acompañadas por Cáritas para recobrar sus relaciones sociales tras el confinamiento, se observa que el 31% no han podido recuperar las relaciones con la familia y, en mayor medida, el restablecimiento de las relaciones con amistades (35%), vecinos (34%) o compañeros de trabajo (41%). Esta dificultad para retomar relaciones puede estar relacionada con el miedo al contacto con una persona que haya dado un resultado positivo al hacerse una prueba COVID y que esto pueda traducirse en un potencial despido ante la necesidad de guardar cuarentena. A largo plazo, esta situación puede desencadenar procesos de aislamiento social muy vinculados a la exclusión.
Cuando se ha preguntado a los participantes de Cáritas sobre sus expectativas de futuro, de forma mayoritaria expresan tanto esperanza (84%) como preocupación (85%). A ello se añade la incertidumbre de no saber en qué momento terminará esta situación, ya que la mayoría no cree que la crisis social derivada de la sanitaria vaya a terminar antes de 2022.
Inmigrantes y hogares monoparentales
El informe pone el foco también colectivos específicos, como el de la población inmigrante, que sigue estando en una situación de desventaja, especialmente en casos de irregularidad.
Se detecta un mayor porcentaje de empleo informal entre la población migrante (19%) que entre el conjunto de la población atendida por Cáritas (14%). Y si se analiza sólo la población en situación administrativa irregular, donde el desempleo y la economía informal son mayoritarios, los porcentajes de pobreza se disparan hasta el 77%. Esta situación es especialmente preocupante dado que las personas sin documentación en regla y, por tanto, abocados de forma obligada a la economía informal no cuentan con ningún tipo de prestación social que pueda mitigar las mencionadas situaciones de pobreza y exclusión.
Otro de los colectivos vulnerables objeto de atención especial es el de los hogares monoparentales, que en su inmensa mayoría están encabezados por mujeres, y donde la pobreza se sitúa en el 62%, un porcentaje superior al ya elevado dato del 54% que ofrece el conjunto de familias acompañadas por Cáritas.
Los porcentajes de empleo, no obstante, apenas difieren entre este tipo de hogares y el conjunto de familias, lo que indica que los empleos a los que acceden las sustentadoras principales de las familias monoparentales son más precarios.
Esa dificultad añadida que supone llevar la carga familiar en solitario se ve reflejada en la autopercepción de salud. Casi la mitad, un elevadísimo 45%, de las personas que sustentan estas familias dicen sentirse peor psicoemocionalmente que durante el confinamiento. En una de cada 10 familias monoparentales (11,8% frente al 8,5%l), el hecho de afrontar un cierre de las aulas a sus hijos a causa de una hipotética cuarentena, supondría una dificilísima decisión, ya que tendrían que optar entre dejar solos a sus hijos (7,3%) o renunciar al trabajo (4,5%).
El impacto sostenible de esta crisis
En palabras de Raúl Flores, coordinador de Estudios de Cáritas, “este es el impacto sostenible que nos está dejando esta crisis: crecer en hogares en situación de pobreza, tener dificultades para seguir adecuadamente los procesos formativos, y estar expuesto a dinámicas vitales y familiares de estrés: incertidumbre sobre el futuro, exposición a sucesos vitales estresantes tales como la pérdida del empleo, conflictos familiares graves o la perdida de la vivienda, entre otros problemas”.
Este cúmulo de dificultades, señala por su parte Daniel Rodríguez, técnico del equipo, “aumenta la probabilidad de que menores y jóvenes inmersos en estas circunstancias sufran pobreza, vulnerabilidad o exclusión social en el futuro, que es lo que se conoce como transmisión intergeneracional de la pobreza”. “Los datos que aporta este estudio inciden en estas circunstancias –añade— y las consecuencias socio-económicas de la pandemia están afectando precisamente a estas variables de riesgo en familias con menores a su cuidado, lo que quiere decir que estamos hablando no sólo de cuál es la coyuntura actual de estas familias, sino de la generación futura de la pobreza y la exclusión social”.