La 75ª Asamblea General de Cáritas aprueba su IV Plan Estratégico para abordar la transformación social
Los directores y delgados episcopales de las 70 Cáritas Diocesanas e instituciones confederadas que integran la Confederación Cáritas Española se dieron cita en la localidad madrileña de El Escorial los días 29 y 30 de junio para celebrar su 75ª Asamblea General.
Las sesiones de esta cita estatutaria anual de carácter ordinario y que es el órgano de máxima representación de Cáritas Española estuvieron presididas por el obispo responsable de Cáritas y auxiliar de Santiago de Compostela, monseñor Jesús Fernández, y por el presidente de Cáritas, Manuel Bretón.
Recorrer un camino de santidad
El obispo dirigió a la Asamblea un mensaje en nombre de la Comisión Episcopal de pastoral Social en la que lanzó una llamada “a colaborar con el Espíritu de Dios que trabaja por configurar nuestra vida con la de Cristo, el Buen Samaritano”. “Estamos de enhorabuena –dijo— los que nos dedicamos a trabajar en la acción caritativa y social de la Iglesia, porque recorremos objetivamente un camino de santidad”.
Monseñor Fernández describió los cuatro perfiles de ese camino: en primer lugar, “la compasión y la misericordia, frente a la globalización de la indiferencia, constantemente denunciada por el Papa Francisco; segundo, “derramar lágrimas con los demás sin perder la alegría, ya que el ser humano al compartir el dolor ajeno, descubre el sentido de la vida”; tercero, “trabajar por la justicia y la paz, teniendo en cuenta que la santidad no sólo supone hacer obras buenas, sino también buscar un cambio social que haga posible sistemas sociales y económicos justos , aunque este compromiso nos comporte persecución”; y, por último, “mantenerse anclados en Dios en oración constante, porque el santo no se encierra en sí mismo, necesita comunicarse permanentemente con Dios”.
El presidente de Cáritas, por su parte, invitó a los asambleístas a “estar con los que más sufren, que es nuestra esencia. En cada territorio, en cada suelo que pisamos tenemos que aprender a mirar la realidad de forma constante y descubrir a las personas que están en los márgenes”.
“Tenemos que ser capaces –afirmó— en cualquier circunstancia de salir al encuentro, de adelantarnos, de potenciar la convivencia intercultural, de apostar por una economía solidaria real, concreta, posible, para que se nos identifique como la Iglesia que somos, testigos de Jesús de Nazaret que propuso un modelo centrado en las personas que tienen menos, en darnos, en gastarnos en la felicidad de los otros”.
Mesa de diálogo entre expertos
Aparte de las cuestiones estatutarias habituales –aprobación de cuentas y resultados del Ejercicio 2017, así como de la programación y presupuesto del año 2019— una de las sesiones con mayor contenido analítico tuvo lugar en la tarde del viernes, durante la mesa de diálogo dedicada a reflexionar sobre “El reto de una transformación comprometida con nuestra misión”.
Moderada por Ana Abril, coordinadora de Incidencia y Comunicación de Cáritas Española, los participantes en el coloquio –Flaminia Giovanelli, subsecretaria del Dicasterio vaticano para el Desarrollo Humano Integral; José Emilio Lafuente, secretario general de Cáritas Guipúzcoa; y Javier Nadal, presidente de la Asociación Española de Fundaciones— aportaron claves sobre cómo abordar desde Cáritas los retos de una realidad social cambiante que exige, como señalan los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social en su mensaje para el pasado Día de Caridad, un “compromiso social” orientado hacia “una caridad transformadora”.
Declaración final
Los participantes aprobaron al final de la Asamblea una Declaración final en la que preguntan “a los poderes públicos y, especialmente, a los medios de comunicación y a los constructores de opinión a examinar cuánto están dispuestos a aportar al bien común y qué grado de compromiso asumirán para mejorar la realidad del otro, sobre todo la de quien padece mayor desventaja social”.
Este es el texto íntegro de la Declaración:
LXXV ASAMBLEA GENERAL – El Escorial, 29 y 30 de junio de 2018
Declaración final
Alentados por la voz de las personas que acompañamos en cada una de nuestras 70 Cáritas Diocesanas y conmovidos con su ejemplo de tenacidad para recuperar el protagonismo de sus propias vidas, hemos compartido inquietudes y propuestas para seguir recorriendo nuestra misión de una Confederación unida e interpelada por la injusticia y la desigualdad.
Somos testigos de la labor admirable que nuestros 85.000 voluntarios y voluntarias y más 4.000 personas contratadas realizan para responder a los efectos de la precariedad social: sus manos son el instrumento de esa naturaleza de nuestra misión a la que el Papa Francisco ha descrito como “la caricia de la Iglesia a todos los descartados”.
En esta Asamblea hemos querido destacar la primacía de la caridad en la vida de la Iglesia, de cuya diakonía somos expresión organizada en unos territorios rurales y urbanos de frontera, donde se respira el “olor a oveja” de las comunidades abiertas a compartir gozos y alegrías, sombras e incertidumbres con todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Con esta voluntad hemos aprobado el IV Plan Estratégico que marcará nuestras prioridades en los próximos años y que deberá orientar, ante una realidad cada vez más cambiante, la innovación de nuestras estructuras para adecuar unas propuestas de acción confederales comprometidas con la transformación social y la opción por el desarrollo integral de las personas, especialmente de las más pobres.
A modo de corazón que ve y que late a través de la presencia activa de nuestros agentes en las periferias donde la vulnerabilidad es mayor, Cáritas, desde esta Asamblea General, lanza una llamada a la acción colectiva ante la exclusión social y la precariedad, a cuyos efectos intentamos dar repuesta en nuestra red estatal de centros y servicios, a pesar del anuncio reiterado de que la crisis económica ha quedado atrás.
Atrás, ¿para quienes? Somos testigos de cómo, mientras aumenta la acumulación de riqueza en manos de unos pocos, siguen siendo muchas las personas y familias que carecen cada día de unos recursos mínimos que les permitan satisfacer con dignidad sus necesidades básicas.
Acompañamos, también, a las víctimas de la intolerable la violencia contra mujeres, mayores y niños; y a quienes ven vulnerada su dignidad como trabajadores a causa de la inestabilidad laboral y de unos salarios que no son garantía de vida digna.
Y ofrecemos respuestas humanitarias y acogedoras al drama del sufrimiento humano que genera a diario en nuestras costas y fronteras el drama de la movilidad humana y el crimen de la trata de personas vinculado a las migraciones, mientras se refuerzan las políticas de externalización de fronteras o se agita de manera irresponsable, con fines electoralistas o xenófobos, la llegada a nuestro país de personas que se han visto obligadas a migrar.
En Cáritas, nada de lo humano nos resulta ajeno, porque en cada hermano se manifiesta el rostro de Dios. Esa es la convicción que late en nuestra campaña institucional bajo el lema “Tu compromiso mejora el mundo”. El objetivo de transformar la realidad exige caminar a contracorriente y seguir articulando respuestas valientes, que ofrezcan oportunidades cercanas y de calidad a los más vulnerables. Y reclama aportar propuestas para impulsar, en los ámbitos de la vida pública y de la interlocución política, un marco socioeconómico realmente inclusivo y justo.
Nuestra época está inundada del clamor de los pobres y de la Tierra, que nos urge a tomar conciencia sobre la necesidad alertada por Francisco de promover el cuidado de la Creación, de revertir el cambio climático y frenar la degradación ambiental a través de un cambio de actitudes personales y de políticas globales. Es un cometido en el que estamos comprometidos tanto dentro de España como en los países del Sur, donde seguiremos impulsando procesos de cooperación fraterna con las Cáritas locales, como pilares de un desarrollo humano integral que apuntale el derecho de las personas una vida digna y a no migrar.
Para edificar este proyecto, todas las manos son pocas. Convocamos a la ciudadanía, a los poderes públicos y, especialmente, a los medios de comunicación y a los constructores de opinión a examinar cuánto están dispuestos a aportar al bien común y qué grado de compromiso asumirán para mejorar la realidad del otro, sobre todo la de quien padece mayor desventaja social.
Para ser protagonistas de ese nuevo tiempo social tan urgente, que contribuya a disipar los recelos y las sombras que los particularismos de uno y otro signo han ido sembrando en el camino compartido, apelamos a ser, en la viña del Señor, humildes operarios de la unidad en la diversidad, a conquistar ese territorio grande que transita desde el yo al nosotros, y cuyas coordenadas pasan por identificar en el otro y en el distinto la presencia real de Cristo.
Valoramos la acogida, el encuentro y el reconocimiento mutuo, la hospitalidad y la generosidad para compartir y convivir, para detenerse a auxiliar al accidentado en los márgenes del camino sin preguntarle por su origen, su credo, su identidad o su condición.
Nos lo exigen los millones de personas anónimas que entregan lo mejor de sí mismos y los pobres que nos evangelizan y que proclaman al mundo que “donde hay caridad y amor, allí está Dios”.
El Escorial, 30 de junio 2018.