Cosiendo futuro, taller pre-laboral de Cáritas Diocesana de León

 

El programa de empleo de Cáritas Diocesana de León pone al servicio de las personas, especialmente de las más vulnerables, diferentes herramientas para mejorar la empleabilidad y facilitar su acceso al mercado laboral. Muestra de ello son los talleres de formación pre-laboral, que siguen activos incluso en verano.   Mediante la actividad ocupacional, los participantes adquieren habilidades sociales y laborales necesarias para iniciar posteriormente una formación de mayor intensidad e iniciar una búsqueda activa de empleo.

Para responder a esta necesidad, Cáritas Diocesana tiene en la actualidad tres talleres: de informática, costura y clases de español,  los cuales ofrecen acompañamiento durante este itinerario individualizado de inserción socio-laboral, poniendo en marcha diversas herramientas que mejoren su empleabilidad, tales como aprender idioma, capacitación en un empleo o costumbres culturales para relacionarse socialmente.

El objetivo principal es potenciar el desarrollo de las capacidades y habilidades personales que faciliten el salto a la inserción laboral. Tras un acompañamiento previo desde Cáritas se les brinda esta primera oportunidad para comenzar a adquirir hábitos de trabajo y autodisciplina. Y también, al mismo tiempo, potenciar una relación personal de ayuda y escucha de forma dinámica y participativa, para trabajar las distintas dimensiones de la persona.

Berta es una voluntaria de Cáritas que participa en el pretaller de costura desde que comenzó. “En estos espacios se trabaja aspectos tan básicos como las habilidades sociales, el trabajo en equipo, cumplir con un horario y desarrollar una actividad que posibilite recuperar la autoestima y seguridad, además de compartir sus realidades y ampliar tu círculo de convivencia” nos cuenta Berta, voluntaria del pre-taller de costura.  Y añade “es un programa muy necesario para personas que están saliendo de situaciones difíciles, como el desempleo de muy larga duración, una situación de maltrato, personas sin hogar o indocumentadas. Aquí se ofrece un espacio donde -a la vez que se recuperan de esas situaciones- se sienten útiles aprendiendo nuevas habilidades y realizando pequeños trabajos, en un ambiente motivador y relajado en el que se sienten valoradas y entablan relaciones con los compañeras”.

Evelina, es otra voluntaria que comenzó este curso. Nos cuenta que llevaba muchos años pensando en colaborar como voluntaria tras jubilarse y encontrar este programa de Cáritas, tan acorde a su profesión le ha hecho sentirse muy a gusto. “La convivencia –destaca- es muy importante y este taller me ha dado la oportunidad de sentirme útil, de salir de casa, de conocer otras realidades y ampliar la visión del mundo.”

Las 10 personas que han participado en el pre-taller de costura durante este curso tienen perfiles variopintos y son en su gran mayoría mujeres de otros países demandantes del primer empleo o con escasa experiencia laboral y sin recursos para buscar un trabajo que les permita crear esa ansiada autonomía e inserción laboral y social. Con este pre-taller de costura que se realiza en dos turnos de mañana y tarde, dos días a la semana, con dos horas de duración aproximada y gracias al esfuerzo y compromiso de  4 voluntarias (Berta, Nati, Goya y Evelina) que lo coordinan,  se pretende ofrecer unas nociones básicas de costura y crear  así una estructura estable de las primeras fases de formación, con el fin de favorecer más los hábitos de cara al desarrollo de la empleabilidad. Desde Cáritas se apuesta en este primer paso por una formación integral que contemple aspectos técnicos muy básicos relacionados con el aprendizaje del oficio y, también, habilidades de carácter más personal, mediante un proceso de aprendizaje gradual, basado en pilares como el conocimiento, la motivación, la información, el seguimiento, el acompañamiento y la orientación.

Hemos preguntado a las alumnas que participan en este taller multicultural (nigerianas, marroquíes, peruanas, venezolanas…etc)  y todas ellas valoran muy positivamente esta experiencia y estos meses compartidos e incluso algunas se plantean continuar formándose en este oficio para llegar a vivir de el. Resaltan cómo cada puntada compartida les ha hecho tener la disciplina de salir de sus casas, conocer nuevas herramientas y practicar con la máquina de coser, hacer amigas, habituarse a la sonoridad de un idioma nuevo y renovar la ilusión por aprender nuevas técnicas,  mientras hacen pequeñas labores que exhiben orgullosas.

Todas son conscientes de la necesidad de ampliar su formación como algo imperativo y necesario y así -aparte de dar puntadas y resolver patrones- se trabajan de manera indirecta competencias laborales tan básicas como la escucha activa, el orden y la organización en las tareas, el trabajo en equipo, la resolución de conflictos, la propia responsabilidad, o la tolerancia al estrés.

 

Los cursos este año se han alargado también durante el mes de julio, porque detrás de cada nueva labor, mientras se enhebra una costura o se elige una tela está el trabajo de personas que escuchan, están pendientes, forman, motivan y animan para que estas personas en situación de vulnerabilidad  se recuperen, aprendan habilidades sociales- laborales y reinicien su futuro. Y eso – por más que el calendario marque el verano- no responde a tiempos ni tiene descanso.